El trabajo en red es una modalidad de cualifucación del docente, la cual no está sujeta al tiempo, ni depende del espacio. Pero sí tiene una dependencia de la organización tanto del primero como del segundo, por parte maestro.
La cualifucación del maestro, a través de las redes, es una transgresión al status quo que, de antaño, lo ha considerado como un funcionario a quien se le hace «capaz de», desconociendo su singularidad, ignorando su potencialidad, intentando homogenizarlo, ansiando favorecerlo en la pasividad intelectual y recusando sus saberes como sujeto sintiente-pensante.
La red produce un efecto del que adolece la llamada «capacitación», ofrecida in situ por los intelectuales e instituciones tradicionales con el fin de controlar el proceso de enseñanza y someter al maestro a los intereses, no de la pedagogía, del mercado. Así, el profesor Renán Vega (2015) indica que es como esta proletariza técnicamente su labor y somete al maestro a la ‘pobretarización’. El efecto de la red, en palabras de Dabas (1995,85) “es la creación permanente de respuestas novedosas y creativas para satisfacer las necesidades e intereses de los miembros de una comunidad, de forma solidaria y autogestora”.
Al concebirse las redes sociales como sistemas abiertos y dinámicos, donde los maestros intercambiamos: conocimientos, valores, iniciativas, dudas, sufrimientos, alegrías, hipótesis, problemas de investigación y teorías; estamos potenciando nuestro quehacer, y rompiendo esos ‘bordes rígidos y ‘borrosos’ utilizados por el sistema educativo para encadenar la ontología del maestro. En las redes, el es quien maestro impugna al poder hegemónico y aspira a extenderse como la enredadera, a incorporarse en nuevos territorios, a crecer… “En eso consiste exactamente la potencia«, nos diría Nietzsche.
José Israel González Blanco