Undécima Carta: apelar a la paciencia en tiempos difíciles

Inolvidables estudiantes y padres de familia.

Más me demoré en mandarles la carta que en recibir mensajes por el WhatsApp diciéndome: <<¡Uy relájese profe, no se de garra con esas cartas tan largas>> << no nos la vaya a montar porque estamos en la mala, lo que nosotros queremos es su apoyo, sus palabras de aliento, porque déjeme decirle, hay profes que se están dando garra con esas tareas, tirándole el yugulazo a uno”>>. 

Bueno estimadas y estimados, no pensé que la lección de la guacamaya la pusieran en práctica tan prontamente. Eso me gusta y a cambio de molestarme, me alienta porque esos comentarios sirven para crecer: <<Lo más difícil de enseñar es dejar aprender>> decía un eminente filósofo alemán llamado Martín Heidegger. Ahora bien, luego de compartir estos puntos de vista, les tengo otra buena noticia: ¡me ha llegado otra carta al correo! Es una carta que llama mucho la atención, porque es de la madre de un egresado del colegio y de uno de mis díscolos estudiantes. Esta vez no lloré, quedé asombrada por la manera como esta progenitora relaciona los hechos diacrónicamente, es decir, el presente con el pasado.

Ella comienza la epístola relatando el comportamiento de un médico que es conducido a un antiguo manicomio porque una epidemia de ceguera invade a la población donde habita, lo llaman el o mal blanco porque todo lo ven blanco incluidos los semáforos. A ese galeno, al igual que a la profe de su hijo, le brotan las lágrimas y le corren en cristales por sus mejillas al escuchar a los pacientes que están siendo infectados por el mal blanco, sin poder hacer nada, porque nadie sabe qué es, quién lo produce y menos cómo afrontarlo, a diferencia nuestra que lo sabemos todo tal como lo dijimos en la Quinta carta: “Sabemos cuál es el mal y cuál es el remedio” y que el remedio principal está en nuestras manos.  

 La señora madre de mi educando, además de contar este episodio y de hacer la similitud con el lloriqueo de la profe, se puso en la tarea de indagar qué hicieron en ese país para impedir el contagio, para tratar ciegos, contagiados y para impedir la mortalidad. ¿Para qué hace Ella todo esto? Lo hace para avizorar de qué manera los colombianos y el mundo no sale tan mal librado de la pandemia de la Covid-19. ¡Excelente iniciativa! y buen ejemplo a seguir. La madre admirable se aferra de una verdad de Perogrullo coreada por uno de los enfermos de la ceguera: <<el peor ciego es el que no quiere ver>> (Saramago, 1995, p. 398) y dice que le quedó sonando mucho una frase que leyó en la Segunda carta aludiendo a uno de los sentimientos: <<el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña>>    

Cuenta la señora que el gobierno encomendó a los ministros de atender el brote epidémico del mal blanco y nombró a una Comisión para encargarse del aislamiento, el transporte y auxilios a los ciegos propiamente dichos y de los contaminados. La Comisión recomendó que se echara mano de un manicomio que estaba en desuso, unas instalaciones militares, la feria y un hipermercado. La Feria y el hipermercado fueron descartados, la primera porque al ministro de Industria le disgustaba la iniciativa y el segundo tampoco porque exigía trámites legales engorrosos.

El primero en ser internado en el manicomio fue el médico y su esposa. ¿Recuerdan que en la Novena carta hablamos de un <<impaciente médico que no podía recuperar la visión>>? Estamos hablando del mismo médico, de ese ser humano que lloró al no poder hacer nada por sus pacientes, tal como lloró la locura cuando hirió al amor y tampoco pudo recuperarle la vista al amor, o como lloró la profe al recibir la carta de su estudiante. Las lágrimas exteriorizan dolor, aunque en ocasiones se llora de alegría de felicidad, porque la alegría es la felicidad según el filosofo pesimista Arthur Schopenhauer.

Con este médico oftalmólogo– relata la señora- con su esposa, con el niño estrábico, con viejo de la venda negra y con la chica de las gafas oscuras quien dijo que “la paciencia es buena para la vista”; con ellas y ellos, severamente aislados, empezó la cuarenta sin la esperanza de salir del manicomio hasta que se descubriera la cura para la enfermedad. Entre las principales instrucciones destaca la madre de familia en su relato:

<<Las luces debían permanecer encendidas y era inútil intentar encenderlas porque los interruptores no funcionaban. La persona que se retirara del manicomio sin autorización podía morir en el acto, en cada sala había un teléfono que solo se podía usar para pedir reposición de productos higiénicos y aseo, cada persona debía lavar su ropa. Entre todos debían elegir a un responsable de sala. Tres veces al día les llevaban cajas de comida que se dejaban a la entrada de cada puerta para cada uno de los ciegos y contagiados. Todos los residuos se debía quemar teniendo el cuidado de no causar incendio, y  en caso de que hubiera un incendio fortuito o provocado los bomberos no intervendrían. Si alguna persona que sufra dolencias o agresiones no contaba con ayuda externa. Si uno de los enfermos o contagiados moría, debían enterrarlo adentro del manicomio. La persona contagiada que quedara ciega debía pasar al lado de los ciegos inmediatamente. Y, como si todas estas normas no fuesen suficientes, todos los días, a una misma hora, el ministro les repetía esta cantaleta>>     

No podemos controlar la pandemia y debemos recordar que es inútil sufrir por lo incontroloable, lo que podemos controlar es la manera en la que hacemos frente a esta difícil situación y para ello, como dice la madre de mi estudiante, la paciencia es nuestra aliada.

Nos veremos peladas y pelados.

Nota. Les recuerdo volver a leer a: 

Saramago, J. (1995). Ensayo sobre la ceguera. (Nomos S.A, Ed.). Bogotá DC.

Décima carta: Del SI y el NO a los matices, la potencia de conversar.

Admiradas y admirados estudiantes, madres y padres de familia.Espero que al recibir esta carta la paciencia y la videncia sean las compañeras de El viaje familiar en tiempos de pandemia, pues, a decir verdad, todas y todos estamos en la mala. Pero, como ya lo leyeron en la Quinta carta: La situación es grave, pero tiene solución y en estos momentos hasta las fábulas nos auxilian con enseñanzas prácticas.

Es por esta razón que, además de la lección que nos da el quinteto de tortugas en cuanto al respeto de los ritmos, la forma de asumir las situaciones con serenidad y firmeza, quiero compartir con cada una, cada uno de los estudiantes, madres y padres de familia un ejemplo de convivencia en el que lo decisivo es la organización y el respeto. Sobre el respeto son bastantes los pasajes que recorrimos y las vivencias que hemos tenido en el aula de clase, empero, quiero enfatizarlo:

Respeto significa tomar en serio el pensamiento del otro y de la otra: discutir, debatir con él o ella sin agredir, sin violentar, sin ofender, sin intimidar, sin desacreditar su punto de vista, sin aprovechar los errores que cometa o los malos ejemplos que presente; respeto es esforzarnos por comprender por qué piensa así, evaluar el grado de acuerdo que tenemos y posicionarnos desde nuestros pensamiento propio (Zuleta, 1997)       

En cierta ocasión se reunieron los animales para tratar asuntos graves de interés general para todo el reino animal. Era algo así como un simposio, una constituyente o la reunión del Consejo estudiantil, nada que ver en todo caso con una cuarentena.

El constituyente primario o pueblo soberano -es decir, todos los animales representados en él- eligió sus dignatarios, dándole la presidencia al rey jaguar más por una costumbre política ancestral que por méritos del jaguar.
 
Antes de iniciar la sesión se suscitó un alboroto porque faltaba al animal humano, entonces el presidente puso sobre el tapete esta pregunta: "¿se invita o no al animal humano?"

La asamblea se dividió en dos: unos por el SI, otros por el NO. El jaguar presidente rugió: “hablen primero los del SÍ”.

Se subió al podio una hormiga y dijo: “El humano es inteligente, ha construido cosas que nosotros no hemos podido edificar; ilumina y calienta su vivienda con energía eléctrica, mientras nosotras vivimos en socavones oscuros y fríos. Refrigera y conserva sus alimentos, construye puentes y túneles que acortan distancias, por consiguiente, debemos invitar al animal humano”.

A continuación, cantó un turpial y se expreso así: “nosotros creíamos tener la voz, pero el humano nos superó. No es sino escuchar los dúos, tríos, óperas, conjuntos y orquestas para convencernos de la realidad. También deseo que se invite al animal humano”.

Enseguida la serpiente opinó: “el animal humano es esbelto y hermoso; tan erguido que mira de frente al cielo y desde la altura vuelve sus ojos hacia la tierra; no es como nosotras que nos arrastramos por el polvo, escondiéndonos de vergüenza ya que sólo inspiramos temor. Estoy de acuerdo, no podemos excluir al animal humano”.

Voló un águila, tomó el micrófono y afirmo: “nosotras junto con el cóndor somos del aire y del viento, pero un humano nos aventajó, construyó nidos volantes que llevan cientos de personas a alturas increíbles y a velocidades fantásticas, supersónicas. No se puede dejar a un lado al animal humano”.

Estando en estas, se acercó bramando un toro y con rabia mal disimulada se expreso así: “Estoy de acuerdo en que invitemos a este cobarde, porque a pesar de su osadía no es más que un cobarde. Reúne gente en un circo para que aplauda su valentía y en medio del licor, el colorido y los pasodobles vestido como un payaso se burla con jactancia de nosotros, y solo se nos acerca cuando ya estamos heridos y desangrados, para matarnos. Invitémoslo para que aprenda a respetar y se avergüence ante nosotros”.

Y en esta forma continuaron hablando, chillando, rugiendo y aullando mientras defendían la convivencia del SÍ a favor del animal humano.

Ahora corresponde el turno al NO”, rugió el jaguar.
 
Astuta y sagaz saltó una guacamaya, tomó el micrófono y gritó: "¡Por Dios, colegas! ¿Qué es lo que están proponiendo? ¿Se han vuelto brutos como los animales humanos? Me opongo rotundamente a invitar al animal humano a nuestras reuniones y para que no piensen que estoy parcializada o manipulada por el clientelismo y la corrupción, estos son mis motivos:
  1. El animal humano nunca ha podido vivir en paz. Si lo invitamos podrá desencadenar la guerra y nos hará pelear.
  2. Los animales humanos no respetan lo ajeno, acaban de firmar un acuerdo de Paz y el conflicto sigue; si se roban entre ellos mismos ¿qué harán con nosotros? A lo peor hasta terminarán eliminándonos como a los líderes sociales.
  3. El animal humano pocas veces dice la verdad y trata de engañarse y engañar a los demás por todos los medios a su disposición.
  4. No respeta las leyes, se excede, se embrutece, violenta a los demás, y hasta hace alarde de su maldad.
  5. Construye con esfuerzo casas y edificios, ciudades enteras y luego, en la guerra, con violencia explosiva, destruye las obras de sus propias manos.
  6. Se ataca con odio, con rabia, con locura; la venganza entre ellos es cosa común, no respetan ni a sus hembras ni a sus crías.
  7. Nosotros buscamos lo necesario para vivir con modestia, pero ellos suspiran por acumular y acumular, no hay límites a su ambición, por eso no viven en paz y por eso los atacan los virus y bacterias.
  8. Y por último y es lo más grave, el humano no respeta a la mujer, es un macho que ejerce el patriarcado; además, el humano no respeta la vida, vicia el aire, contamina las fuentes de agua, ensucia las ciudades, arrasa los bosques e inclusive mata irresponsablemente plantas, insectos, peces, mamíferos y aves -de las que me gustan como las gallinas-, cosa execrable aún para el reino animal y vegetal. Por eso, repito, me opongo a que el animal humano se siente con nosotros y nos degrade con su presencia.

La guacamaya bajó del podio y un gran silencio se extendió por la región. Todos cambiaron de parecer, votaron por el NO y esta es la razón por la cual jamás los animales nos invitan a sus reuniones.

Luego de este fenomenal relato, cierro la epístola teniendo claro que podemos salir delante de esta pandemia pero tenemos que cuestionar y reflexionar sobre lo que como humanos hacemos y erramos, así que no desfalleceremos. Y que el mensaje de cambio de actitud que nos mandan los animales hay que acatarlo, tomarlo en serio, porque en verdad son muchos los daños que como humanidad le hemos causado a la naturaleza.

Hasta pronto estimadas y estimados,

Con cariño,

Su profe Esperanza

Nota. Les recuerdo volver a leer a: 

Zuleta, E. (1996). Lógica y crítica. Lecciones de filosofía. (U. del Valle, Ed.). Calí.

Zuleta, E. (1997). La Educación un Campo de Combate. (Fundación Estanislao Zuleta, Ed.). Cali.

Sexta carta: es posible el viaje familiar en confinamiento

Admirados, admiradas estudiantes, padres y madres de familia.

Tal como lo anuncié (aquí pueden acceder a la quinta carta), la sexta carta también se ocupa de las condiciones que caracterizan el viaje familiar en tiempos de pandemia en dos situaciones específicas a saber:

1.     Ya les pasó a otras personas, aprendamos de ellas.

La sabiduría está en aprender de la experiencia de los demás

Adagio popular

reza un adagio popular. En China murieron miles de personas y gracias a las autopsias que los médicos hicieron a los muertos se logró conocer qué daños causaba el Coronavid -19 y en qué partes del cuerpo. Igualmente estudiaron todo el proceso desde que ingresa al cuerpo hasta que mata a la persona y con base en ese conocimiento es que nos han indicado qué hacer. Como leerán más adelante, el virus entra en contacto con la célula, hace que ella lea algo y repita aquello que lee y, además, que le copie muchas veces, y finalmente se destruya por lo que ha leído y repetido.

Hasta ahora no hay una vacuna como la hubo para la viruela, el sarampión, la rubeola, la influenza, entre otras enfermedades, pero está el remedio más barato que es la prevención con los cuidados enunciados. Sin vacuna y sin cuidados la mortalidad parece incontrolable, pero sin vacunas y con cuidados coexistiremos con los virus controlando la mortalidad y la morbilidad.

Las autopsias de los médicos también nos advierten que las personas más débiles ante el virus son los ancianos, aunque las y los más jóvenes no están fuera de riesgo. Por esa razón se requiere cuidar de manera especial a las personas mayores de 60 años, pero esto no quiere decir que haya personas de otros grupos poblacionales exentas, pues es el sistema inmune es el juez definitivo en el nivel de riesgo. 

2.     Esta no es la primera ni será la última vez que habrá pandemia o epidemias. 

La viruela, el sarampión, el tifo, la peste, la rubeola, la tuberculosis, la influenza, el SIDA y el cáncer (Sontag, 2003), el dengue, el Ébola, la malaria, la fiebre amarilla, el insomnio y la peste del olvido en Macondo (Ospina, 2001), la locura de la venganza, la ignorancia de nosotros  mismos que nos hace incapaces de resistir a la dependencia, a la depredación y al saqueo y otras enfermedades que han atacado a la humanidad… y la humanidad sigue su rumbo, no se ha dejado destruir. El mundo ya ha pasado por esto y lo ha sobrellevado, la ciencias de la salud han avanzado e incluso han eliminado algunas de la faz de la tierra, como la viruela de la cual pueden compartir relatos los abuelos.    

Cierro esta carta coligiendo que hasta acá nuestro equipaje está bien aforado con trajes que nos dan protección de las inclemencias del viaje, a lucir sentimientos, inteligencia, emociones y capacidades, a airear nuestras emociones negativas para desintoxicarnos y seguir adelante en el viaje familiar en tiempos de pandemia.

En adelante los contenidos de las cartas se ocuparán del acercamiento de ustedes: estudiantes y padres de familia con experiencias narradas en textos literarios como Cien años de soledad, La peste, el Ensayo sobre la ceguera, el Decamerón, entre otros, porque de lo que se trata es que comprendamos el por qué son tan potentes las pandemias y el cómo salir de ellas sin pagar altos costos económicos, sociales y sobre todo en vidas humanas.    

Hasta pronto chicas y chicos.

Aquí pueden acceder a la séptima carta

Recuerden consultar: 

Ospina, W. (2001). Colombia en el planeta. (Imprenta departamental de Antioquia, Ed.), Gobernación de Antioquia. Medellín.

Sontag, S. (2003). La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas. (S. L. Suma de Letras, Ed.). Madrid España.