La pedagogía del retorno -o “escuela de la presencialdiad”, como la denomina Fecode- es la vuelta de la pedagogía y de la didáctica a su hábitat natural; es decir, al aula de clase donde han pasado la mayor parte del tiempo desde su existencia. La escasa y deficiente conectividad, que se situó por encima del 50%, como lo exterioriza RED ESTRADO en su boletín de julio 2021, ha sido un medio que le ha posibilitado al magisterio la relación pedagógica y didáctica con los educandos; no obstante, la experiencia indica que son más las desventajas que los aciertos, entre otras razones, porque la concordancia entre medios y fines es asimétrica, los medios no corresponden a los fines abriéndose una insoldable fractura.
La pedagogía del retorno es una posibilidad de volvernos a encontrar en el territorio de la escuela. Es el encuentro que monta lo natural sobre lo artificial, sobre el espejismo tecnológico y la tecnocracia, que es la primacía de la economía y la sociedad con criterios exclusivamente técnicos sobre lo humano. La pedagogía del retorno, en condiciones objetivamente seguras, y acudiendo a la literatura, es el acontecimiento de la ceremonia, cara a cara así sea con mascarilla, indumentarias raras y gafas inusuales. La escuela, evocando la Parábola del retorno, es la señora que recibe el saludo y el señor que lo emite y pregunta por la granja de Ricard es el educando, la maestra, el maestro y demás agentes de la comunidad educativa.
La granja es el ritual de la escolarización que en la fuga de sus habitantes, por el nuevo coronavirus, vio transitar la pandemia durante más de un año y al retornar educandos y educadores la perciben enrarecida, porque no aparecen las frondas umbrías, ni el naranjero ni el sauce, ni el palmar, solamente descuellan las ruinas que ha dejado el desidia estatal durante muchos lustros y que en la actualidad pide a gritos la remodelación locativa, pedagógica y curricular, para que el “viejo huertecito de perfumadas grutas” le garantice a las niñas y niños seguir jugando con el conocimiento, los deseos y las esperanzas, pues al fin y al cabo, como lo escribe Eric Fromm, “el hombre es el animal que puede tener esperanza”.
De nómadas a sedentarios
De la granja nómada de la vereda, del barrio y de la ciudad trasmutamos al sedentarismo en la casa, en el hogar, en la familia. Pero, casi que al día siguiente de decretada la sentencia de dejar atrás la granja de Ricard y a la antedicha señora, sin movernos físicamente, descubrimos la capacidad que tenemos para mudarnos mentalmente y eso nos ha salvado en parte la existencia, sin descartar las alteraciones que cavará en la salud mental individual y colectiva, a corto, mediano y largo plazo, como ya lo notifica la fuente citada al afirmar que la fatiga visual en docentes de 30 departamentos, en 2020, alcanzó 82.6% incidiendo en la depresión de los adultos y en el caso de los escolares, en el debilitamiento de la Corteza cerebral y en el aprendizaje, como lo dejó en claro el estudio del National Institute Health (EEUU) en el que asevera, que niñas y niños “que pasan más de dos horas al día frente a una pantalla de algún dispositivo obtuvieron calificaciones más bajas en el colegio con respecto a otros que habían leído al menos un libro” (Forero, 2020, p. 110).
Llama poderosamente la atención este estimativo en cuanto que 75% de los 3826 docentes de educación pública, que contestaron la encuesta, recomienda retomar lo enseñado, pues apenas el 14% expresa logro total de los resultados. Eso nos traslada a los documentos de la Misión Ciencia Educación y Desarrollo en la que se afirma, en “El dulce encanto de no llegar nunca a ninguna parte”(Aldana V., 1995, p. 131), que “a los niños entre menos se les enseña mejor” y que toda ayuda debe reducirse a proporcionarles los materiales con los que sean felices, porque lo que importa es la creación más que la repetición y la creación es un viaje donde lo que importa es ir viajando, porque “si se llega a la meta, se jode la obra”. Un viaje en el que los ojos de los niños pueden llegar al mar y conocer las islas, por ejemplo, cruzar las cordilleras y conocer los ríos que viven en los mapas, meramente dibujados, apenas señalados con líneas de colores. Es un viaje a través de los libros, que según las estadísticas apenas fueron usados por el 35% de los docentes en el primer año de esta crisis sanitaria.
El sórdido uso el libro, como herramienta de trabajo didáctico y pedagógico, en un momento tan crucial, ¿estará relacionado con la conciencia lectora? ¿Las pantallas están desplazando al libro impreso? O se desconoce el valor histórico y terapéutico de momentos que ha vivido la humanidad y que se registran en episodios como la peste del insomnio y del olvido en Macondo; la mujer del médico, el médico, la chica de las gafas obscuras, el viejo de la venda negra y el niño estrábico en la época del mal blanco en la obra de Saramago; la actitud de Florentino Ariza que espera 53 años, 7 meses, 11 días a Fermina Daza para hacer el viaje por el Magdalena y consumar su amor en tiempos del cólera; en la actitud de Penélope, Laertes y Telémaco quienes esperan diez años a que retorne Odiseo; el manejo del tiempo a partir del planeta raro en el que vive El Principito donde un día equivale a 1440 puestas al sol, es decir, 3 años y 9 meses, la Florencia de Boccaccio, la ciudad londinense de Defoe, la de Orán de Camus, tan solo por referir unos pocos pasajes.
Sin duda, la lectura de los libros que contienen estos relatos sobre manejo de pandemias y epidemias, hubiesen mitigado la fatiga ocasionada por los aprietos del SARS-CoV-2, como también habrían cultivado la esperanza de los agentes educativos en el marco de una situación caracterizada por: el miedo infundido por y a través de los medios de comunicación, la improvisación de los gobernantes en el manejo de la pandemia, la aporofobia y la necropolítca, el empobrecimiento agenciado por la desprotección a los mas vulnerables y el fortalecimiento a los más ricos, colapso del sistema de salud por el raquitismo al que fue sometido con la Ley 100 y la Apertura Económica y la represión policial y militar ante el estallido social.
La salud y sus malestares
Cada una de las variables abordadas en la encuesta de RED ESTRADO ameritan sus respectivos análisis; pero como este blog y el podcast tienen como base la pedagogía y la salud mental, apenas nos ocupamos de provocar la discusión. Al principio de este artículo quedó escrito que la pedagogía del retorno es una posibilidad de volvernos a encontrar en el territorio de la escuela y que ese encuentro privilegia lo natural sobre lo artificial e inquiere el espejismo tecnológico y la tecnocracia, ennobleciendo la relación humana cara a cara. Sin embargo, el sedentarismo de la pandemia nos forzó a acercarnos al espejismo tecnológico y a realizar prácticas pedagógicas en el escenario artificial o, como algunos denominan, la realidad virtual, educación remota, educación a distancia, entre otras nominaciones.
Ese paso de la escuela presencial al “Aprendizaje en casa” detonó miedo, angustia y estrés en el 76% de los encuestados por citada Red e impotencia, porque cerca del 80% de la muestra no tenía formación ni experiencia previa en el uso de herramientas tecnológicas y digitales; más aún, era resistente y no por conocer con antelación los efectos dañinos que ocasiona en la salud sino por la sofisticación de los artefactos y por el apego a prácticas pedagógicas reales.
El aumento de las horas de trabajo subió a 94% rompiendo la formalidad de las jornadas en las cuales se llevó a cabo la acción pedagógica años atrás. En el “Aprendizaje en casa” el docente mantuvo una distribución constante de los contenidos del plan de estudios, flexibilizó contenidos, pruebas, evaluaciones y transformó variados conflictos de los estudiantes. Con sus colegas y directivos asistió a reuniones, preparó materiales en equipo, participó en foros, seminarios, teleconferencias, entre otras actividades intra y extraescolares. Con los padres de familia mantuvo, en el “Aprendizaje en casa” y en la alternancia, permanente interacción reconociendo siempre las penurias de conectividad, tiempo y situación laboral de Ellas y de Ellos, brindando siempre el acompañamiento para la realización de las tareas de sus hijo/as, la transformación de conflictos socio familiares y el apoyo emocional para la superación de los infortunios y así poder apoyar el aprendizaje de sus hijas/os.
La atención de estas acciones con estudiantes y padres de familia no contó con el concurso de recursos de apoyo tecnológico, ni financiero, ni pedagógico, ni en salud y menos aún en la economía del cuidado. El uso de las tecnologías de la información produjo fatiga de voz en cerca del 20% de los docentes, no obstante que el 31% acudió, motu proprio, al uso de micrófonos para la emisión de las clases. La fatiga de la voz, en la Escuela de la presencialidad arremeterá con mayor contundencia, porque el uso de la mascarilla exige mayor esfuerzo a las cuerdas vocales y al aparato fonológico en maestra/os y estudiantes, empeorando la situación la carencia de ejercicios de calentamiento previo de las cuerdas bucales, por ignorancia unas veces y la mayoría por falta de preparación en salud ocupacional, por parte de la EPS y ARL.
El “Aprendizaje en casa” cada docente lo hizo de acuerdo con las condiciones de su vivienda, con base en los recursos que tenía y de acuerdo con los dictámenes del sentido común, porque la situación era inaudita y extraordinaria. En ese sentido el uso de sillas ergonómicas, iluminación adecuada, ventilación, uso del tiempo, manejo del cuerpo y demás demandas del ambiente de enseñanza, desde la casa, no fueron los más adecuadas. Por eso no es extraño hallar que la contractura cervical afectó al 43% de maestra/os; el dolor de cabeza ocasionado por la incomodidad del cuerpo y las preocupaciones por responder ante las exigencias de directivos, estudiantes, padres de familia y de su hogar cobijó a más del 60%; la pesadez a ambas piernas por falta de ejercicios físicos y por no poder abandonar el lugar de trabajo para ir a caminar y a tomar el sol aquejaron a cerca del 35%. Los dolores articulares y musculares, resultado de estar sentados tanto tiempo, de la alimentación, problemas de sueño, ansiedad y otras variables apenó a cerca del 70% de los encuestados.
Como se puede percibir, hasta acá se ha hecho alusión al impacto de la crisis sanitaria en el trabajo docente, particularmente en las prácticas pedagógicas durante el 2020 en el “Aprendizaje en casa” y en “Alternancia”. El impacto de la covid-19 en la salud y en la vida de las y los maestros será tema de otros capítulos, tanto en lo acaecido en las estrategias mencionadas como en la Escuela de la presencialidad o en la pedagogía del retorno. Igual atención cobra lo tocante con la vacunación, las secuelas que deja el SARS-CoV-2, la precariedad en la atención médica y hospitalaria, la discusión acerca de la Covid-19 como enfermedad profesional del magisterio, el impacto en la salud sucedida por el uso mascarillas y la falta de amplificadores, entre otras situaciones.
Por ahora, la importancia de los efectos de la pandemia sigue gravitando en contabilizar personas fallecidas, contagiadas, recuperadas, vacunadas y sin vacunar. “Lo demás, como dijese Monterroso, es silencio”. Una parte del problema es lo que ha ocasionado la Covid-19 en el soma humano, esa es un parte del problema, más no es el todo; lo demás, “el silencio” hace hincapié en que por cada muerto, por cada contagio, por cada persona recuperada, por cada ser humano vacunado y sin vacunar, por cada desempleado, por cada empobrecido, por cada persona que no tiene para comer, por cada enfermo, hay una crisis familiar que incide en la situación económica, social, emocional que pone en primera línea la alteración de la salud mental de millones de personas. El estrés, la angustia, el miedo, la depresión, la ansiedad, los trastornos de sueño, alimentación y personalidad no se quitan con agua y jabón, tampoco con alcohol, ni con el distanciamiento ni con la ventilación cruzada.
Esas problemáticas se atienden con profesionales de la salud mental, con políticas de prevención y tratamiento que van más allá de la mera formulación farmacológica. El abordaje del contagio se ha quedado en una precaria bioseguridad y el autocuidado, pero de la psicoseguridad no se ha explicitado abordaje alguno, ni siquiera hay estudios de los ministerios, secretarías y entidades encargadas de la salud a sabiendas de que las problemáticas mentales son más abundantes y complicadas. Definitivamente, “La ingratitud humana de los gobernantes “no tiene límites” (García M., 1958, p. 27)como se lo expresó el abogado al coronel al coronel ante su inconformidad por haber roto su cuerpo para salvar la República.
Fuentes consultadas
Aldana V., E. (1995). Educación para el desarrollo. Informes de Comisionados I. Misión Ciencia Educación y Desarrollo. (Presidencia de la República, Ed.). Bogotá.
Caja de Pandora. (2021). La Caja de Pandora: entre signos de puntuación y síntomas de malestar. In Secretaría de Educación de Bogotá DC (Ed.), Pandemia y escuela en Bogotá. Crónicas de maestras y maestros (pp. 244–273). Bogotá DC.
Carvajal Rueda, A. (2020). Nadie se salva solo. Significados de la pandemia que cambió a la humanidad. (Paidós, Ed.). Bogotá Colombia.
Ferrer Guardia, F. (1976). La escuela moderna. (Tusquets, Ed.). Barcelona.
Forero, E. y otro. (2020). Desafíos de educación en Colombia durante y después de la COVID-19. In Paidós (Ed.), Nadie se salva solo (pp. 107–122). Bogotá Colombia.
García M., G. (1958). El coronel no tiene quien le escriba. (L. M. Mágica, Ed.). Bogotá Colombia.