La “escuela de la presencialidad”, pedagogía del retorno.

La pedagogía del retorno -o “escuela de la presencialdiad”, como la denomina Fecode- es la vuelta de la pedagogía y de la didáctica a su hábitat natural; es decir, al aula de clase donde han pasado la mayor parte del tiempo desde su existencia. La escasa y deficiente conectividad, que se situó por encima del 50%, como lo exterioriza RED ESTRADO en su boletín de julio 2021, ha sido un medio que le ha posibilitado al magisterio la relación pedagógica y didáctica con los educandos; no obstante, la experiencia indica que son más las desventajas que los aciertos, entre otras razones, porque la concordancia entre medios y fines es asimétrica, los medios no corresponden a los fines abriéndose una insoldable fractura. 

La pedagogía del retorno es una posibilidad de volvernos a encontrar en el territorio de la escuela. Es el encuentro que monta lo natural sobre lo artificial, sobre el espejismo tecnológico y la tecnocracia, que es la primacía de la economía y la sociedad con criterios exclusivamente técnicos sobre lo humano. La pedagogía del retorno, en condiciones objetivamente seguras, y acudiendo a la literatura, es el acontecimiento de la ceremonia, cara a cara así sea con mascarilla, indumentarias raras y gafas inusuales. La escuela, evocando la Parábola del retorno, es la señora que recibe el saludo y el señor que lo emite y pregunta por la granja de Ricard es el educando, la maestra, el maestro y demás agentes de la comunidad educativa. 

La granja es el ritual de la escolarización que en la fuga de sus habitantes, por el nuevo coronavirus, vio transitar la pandemia durante más de un año y al retornar educandos y educadores la perciben enrarecida, porque no aparecen las frondas umbrías, ni el naranjero ni el sauce, ni el palmar, solamente descuellan las ruinas que ha dejado el desidia estatal durante muchos lustros y que en la actualidad pide a gritos la remodelación locativa, pedagógica y curricular, para que el “viejo huertecito de perfumadas grutas” le garantice a las niñas y niños seguir jugando con el conocimiento, los deseos y las esperanzas, pues al fin y al cabo, como lo escribe Eric Fromm, “el hombre es el animal que puede tener esperanza”. 

De nómadas a sedentarios 

De la granja nómada de la vereda, del barrio y de la ciudad trasmutamos al sedentarismo en la casa, en el hogar, en la familia. Pero, casi que al día siguiente de decretada la sentencia de dejar atrás la granja de Ricard y a la antedicha señora, sin movernos físicamente, descubrimos la capacidad que tenemos para mudarnos mentalmente y eso nos ha salvado en parte la existencia, sin descartar las alteraciones que cavará en la salud mental individual y colectiva, a corto, mediano y largo plazo, como ya lo notifica la fuente citada al afirmar que la fatiga visual en docentes de 30 departamentos, en 2020, alcanzó 82.6% incidiendo en la depresión de los adultos y en el caso de los escolares, en el debilitamiento de la Corteza cerebral y en el aprendizaje, como lo dejó en claro el estudio del National Institute Health (EEUU) en el que asevera, que niñas y niños “que pasan más de dos horas al día frente a una pantalla de algún dispositivo obtuvieron calificaciones más bajas en el colegio con respecto a otros que habían leído al menos un libro” (Forero, 2020, p. 110). 

Llama poderosamente la atención este estimativo en cuanto que 75% de los 3826 docentes de educación pública, que contestaron la encuesta, recomienda retomar lo enseñado, pues apenas el 14% expresa logro total de los resultados. Eso nos traslada a los documentos de la Misión Ciencia Educación y Desarrollo en la que se afirma, en “El dulce encanto de no llegar nunca a ninguna parte”(Aldana V., 1995, p. 131), que “a los niños entre menos se les enseña mejor” y que toda ayuda debe reducirse a proporcionarles los materiales con los que sean felices, porque lo que importa es la creación más que la repetición y la creación es un viaje donde lo que importa es ir viajando, porque “si se llega a la meta, se jode la obra”. Un viaje en el que los ojos de los niños pueden llegar al mar y conocer las islas, por ejemplo, cruzar las cordilleras y conocer los ríos que viven en los mapas, meramente dibujados, apenas señalados con líneas de colores. Es un viaje a través de los libros, que según las estadísticas apenas fueron usados por el 35% de los docentes en el primer año de esta crisis sanitaria.  

El sórdido uso el libro, como herramienta de trabajo didáctico y pedagógico, en un momento tan crucial, ¿estará relacionado con la conciencia lectora? ¿Las pantallas están desplazando al libro impreso? O se desconoce el valor histórico y terapéutico de momentos que ha vivido la humanidad y que se registran en episodios como la peste del insomnio y del olvido en Macondola mujer del médico, el médico, la chica de las gafas obscuras, el viejo de la venda negra y el niño estrábico en la época del mal blanco en la obra de Saramago; la actitud de Florentino Ariza que espera 53 años, 7 meses, 11 días a Fermina Daza para hacer el viaje por el Magdalena y consumar su amor en tiempos del cólera; en la actitud de Penélope, Laertes y Telémaco quienes esperan diez años a que retorne Odiseo; el manejo del tiempo a partir del planeta raro en el que vive El Principito donde un día equivale a 1440 puestas al sol, es decir, 3 años y 9 meses, la Florencia de Boccaccio, la ciudad londinense de Defoe, la de Orán de Camus, tan solo por referir unos pocos pasajes. 

Sin duda, la lectura de los libros que contienen estos relatos sobre manejo de pandemias y epidemias, hubiesen mitigado la fatiga ocasionada por los aprietos del SARS-CoV-2, como también habrían cultivado la esperanza de los agentes educativos en el marco de una situación caracterizada por: el miedo infundido por y a través de los medios de comunicación, la improvisación de los gobernantes en el manejo de la pandemia, la aporofobia y la necropolítca, el empobrecimiento agenciado por la desprotección a los mas vulnerables y el fortalecimiento a los más ricos, colapso del sistema de salud por el raquitismo al que fue sometido con la Ley 100 y la Apertura Económica y la represión policial y militar ante el estallido social.  

La salud y sus malestares

Cada una de las variables abordadas en la encuesta de RED ESTRADO ameritan sus respectivos análisis; pero como este blog y el podcast tienen como base la pedagogía y la salud mental, apenas nos ocupamos de provocar la discusión. Al principio de este artículo quedó escrito que la pedagogía del retorno es una posibilidad de volvernos a encontrar en el territorio de la escuela y que ese encuentro privilegia lo natural sobre lo artificial e inquiere el espejismo tecnológico y la tecnocracia, ennobleciendo la relación humana cara a cara. Sin embargo, el sedentarismo de la pandemia nos forzó a acercarnos al espejismo tecnológico y a realizar prácticas pedagógicas en el escenario artificial o, como algunos denominan, la realidad virtual, educación remota, educación a distancia, entre otras nominaciones. 

Ese paso de la escuela presencial al “Aprendizaje en casa” detonó miedo, angustia y estrés en el 76% de los encuestados por citada Red e impotencia, porque cerca del 80% de la muestra no tenía formación ni experiencia previa en el uso de herramientas tecnológicas y digitales; más aún, era resistente y no por conocer con antelación los efectos dañinos que ocasiona en la salud sino por la sofisticación de los artefactos y por el apego a prácticas pedagógicas reales.

El aumento de las horas de trabajo subió a 94% rompiendo la formalidad de las jornadas en las cuales se llevó a cabo la acción pedagógica años atrás. En el “Aprendizaje en casa” el docente mantuvo una distribución constante de los contenidos del plan de estudios, flexibilizó contenidos, pruebas, evaluaciones y transformó variados conflictos de los estudiantes. Con sus colegas y directivos asistió a reuniones, preparó materiales en equipo, participó en foros, seminarios, teleconferencias, entre otras actividades intra y extraescolares. Con los padres de familia mantuvo, en el “Aprendizaje en casa” y en la alternancia, permanente interacción reconociendo siempre las penurias de conectividad, tiempo y situación laboral de Ellas y de Ellos, brindando siempre el acompañamiento para la realización de las tareas de sus hijo/as, la transformación de conflictos socio familiares y el apoyo emocional para la superación de los infortunios y así poder apoyar el aprendizaje de sus hijas/os.          

La atención de estas acciones con estudiantes y padres de familia no contó con el concurso de recursos de apoyo tecnológico, ni financiero, ni pedagógico, ni en salud y menos aún en la economía del cuidado. El uso de las tecnologías de la información produjo fatiga de voz en cerca del 20% de los docentes, no obstante que el 31% acudió, motu proprio, al uso de micrófonos para la emisión de las clases. La fatiga de la voz, en la Escuela de la presencialidad arremeterá con mayor contundencia, porque el uso de la mascarilla exige mayor esfuerzo a las cuerdas vocales y al aparato fonológico en maestra/os y estudiantes, empeorando la situación la carencia de ejercicios de calentamiento previo de las cuerdas bucales, por ignorancia unas veces y la mayoría por falta de preparación en salud ocupacional, por parte de la EPS y ARL.   

El “Aprendizaje en casa” cada docente lo hizo de acuerdo con las condiciones de su vivienda, con base en los recursos que tenía y de acuerdo con los dictámenes del sentido común, porque la situación era inaudita y extraordinaria. En ese sentido el uso de sillas ergonómicas, iluminación adecuada, ventilación, uso del tiempo, manejo del cuerpo y demás demandas del ambiente de enseñanza, desde la casa, no fueron los más adecuadas. Por eso no es extraño hallar que la contractura cervical afectó al 43% de maestra/os; el dolor de cabeza ocasionado por la incomodidad del cuerpo y las preocupaciones por responder ante las exigencias de directivos, estudiantes, padres de familia y de su hogar cobijó a más del 60%; la pesadez a ambas piernas por falta de ejercicios físicos y por no poder abandonar el lugar de trabajo para ir a caminar y a tomar el sol aquejaron a cerca del 35%. Los dolores articulares y musculares, resultado de estar sentados tanto tiempo, de la alimentación, problemas de sueño, ansiedad y otras variables apenó a cerca del 70% de los encuestados.

Como se puede percibir, hasta acá se ha hecho alusión al impacto de la crisis sanitaria en el trabajo docente, particularmente en las prácticas pedagógicas durante el 2020 en el “Aprendizaje en casa” y en “Alternancia”. El impacto de la covid-19 en la salud y en la vida de las y los maestros será tema de otros capítulos, tanto en lo acaecido en las estrategias mencionadas como en la Escuela de la presencialidad o en la pedagogía del retorno. Igual atención cobra lo tocante con la vacunación, las secuelas que deja el SARS-CoV-2, la precariedad en la atención médica y hospitalaria, la discusión acerca de la Covid-19 como enfermedad profesional del magisterio, el impacto en la salud sucedida por el uso mascarillas y la falta de amplificadores, entre otras situaciones. 

Por ahora, la importancia de los efectos de la pandemia sigue gravitando en contabilizar personas fallecidas, contagiadas, recuperadas, vacunadas y sin vacunar. “Lo demás, como dijese Monterroso, es silencio”. Una parte del problema es lo que ha ocasionado la Covid-19 en el soma humano,  esa es un parte del problema, más no es el todo; lo demás, “el silencio” hace hincapié  en que por cada muerto, por cada contagio, por cada persona recuperada, por cada ser humano vacunado y sin vacunar, por cada desempleado, por cada empobrecido, por cada persona que no tiene para comer, por cada enfermo, hay una crisis familiar que incide en la situación económica, social, emocional que pone en primera línea la alteración de la salud mental de millones de personas. El estrés, la angustia, el miedo, la depresión, la ansiedad, los trastornos de sueño, alimentación y personalidad no se quitan con agua y jabón, tampoco con alcohol, ni con el distanciamiento ni con la ventilación cruzada. 

Esas problemáticas se atienden con profesionales de la salud mental, con políticas de prevención y tratamiento que van más allá de la mera formulación farmacológica. El abordaje del contagio se ha quedado en una precaria bioseguridad y el autocuidado, pero de la psicoseguridad no se ha explicitado abordaje alguno, ni siquiera hay estudios de los ministerios, secretarías y entidades encargadas de la salud a sabiendas de que las problemáticas mentales son más abundantes y complicadas. Definitivamente, “La ingratitud humana de los gobernantes “no tiene límites” (García M., 1958, p. 27)como se lo expresó el abogado al coronel al coronel ante su inconformidad por haber roto su cuerpo para salvar la República. 

Fuentes consultadas

Aldana V., E. (1995). Educación para el desarrollo. Informes de Comisionados I. Misión Ciencia Educación y Desarrollo. (Presidencia de la República, Ed.). Bogotá.

Caja de Pandora. (2021). La Caja de Pandora: entre signos de puntuación y síntomas de malestar. In Secretaría de Educación de Bogotá DC (Ed.), Pandemia y escuela en Bogotá. Crónicas de maestras y maestros (pp. 244–273). Bogotá DC.

Carvajal Rueda, A. (2020). Nadie se salva solo. Significados de la pandemia que cambió a la humanidad. (Paidós, Ed.). Bogotá Colombia.

Ferrer Guardia, F. (1976). La escuela moderna. (Tusquets, Ed.). Barcelona.

Forero, E. y otro. (2020). Desafíos de educación en Colombia durante y después de la COVID-19. In Paidós (Ed.), Nadie se salva solo (pp. 107–122). Bogotá Colombia.

García M., G. (1958). El coronel no tiene quien le escriba. (L. M. Mágica, Ed.). Bogotá Colombia.

La educación: un proceso social vitalicio

Ha hecho carrera en el país decir que la mala educación de las colombianas y colombianos se debe a que la escuela no enseña, de entrada, podríamos decir que es una mentira patológica. Toda/os recordamos que, en Alicia en el país de las Maravillas, la sentencia primero y luego el veredicto (Carrol, 1999, p. 164). En Colombia el debate sobre el veredicto está cancelado por los juzgadores, por los gobernantes. Lo dicho por ellos -y digo por ellos, porque la mayoría son hombres, machos, patriarcas- es incuestionable, las equivocaciones se repiten y repiten hasta intentar pasarlas por verdades, he ahí la mentira compulsiva. Para los gobernantes y las clases dominantes la causa del rayo es el trueno y no a la inversa, volviendo esta vez a Alicia a través del espejoOjalá algún día los gobernantes y funcionarios retomen la observancia que hace la Reina Roja a Alicia: “Di siempre la verdad…piensa antes de hablar…y escríbelo después” (Carroll, 2011, p. 122).

Pero eso no puede seguir siendo así. Es deber ético y político de maestras y maestros impugnar la condena y el injusto veredicto que la sociedad y el Estado vienen haciendo del magisterio y de la escuela pública, desde hace mucho tiempo. Es sano aclarar a que nos referimos cuando hablamos y escribimos de educación y de mala educación, para que no se le siga causando más daño a la escuela, ni despertando mas odio a las maestras y maestros, porque adelantémonos a decir, que solamente una parte de la educación la hace la escuela y esa parte esa llama escolarización

Para hacer justicia con la palabra educación, nada mejor que buscar su etimología para comprender mejor su significado. Educación deriva del latín ex educare que quiere decir “conducir hacia alguna parte”. No solamente la escuela, las maestras y maestros somos quienes conducimos hacía alguna parte, ni cuidamos, ni adoctrinamos -aprovecho para elucidar que adoctrinar es otra función de la escuela (Reimer, 1973, p. 31), que no se refiere a imponer ideologías sino a formar en valores, principios y los valores y principios no se enseñan, se viven dice Adela Cortina.  

Teniendo claro que educar es conducir hacia alguna parte, entonces la primera institución que conduce al niño es la familia; es decir, que la familia educa y lo hace antes que la escuela, en los meses y años de oro del desarrollo del pensamiento, de la inteligencia y del lenguaje de niñas y niños. La pregunta es ¿cómo lo está haciendo? Y parte de la respuesta es: a su manera, como puede y cree, como le parece, como lo hicieron sus progenitores, no hay un horizonte epistemológico, tampoco ético, aunque si moralista, porque nadie ha sido formado para ser padre ni madre, pero millones de personas ostentamos ese título y ejercemos, por lo que se ha visto no lo hemos hecho bien. Las cifras sobre abandono, maltrato, desnutrición, paternidades ausentes y demás maneras de relación violenta de padres y madres con hijos e hijas pululan por doquier, a tal razón que al Estado le ha tocado intervenir creando leyes específicas de protección a niñas y niños y de sanciones a padres y madres. 

La segunda institución que educa, desde la escolarización -subrayo escolarización- es el aula de clase, somos las maestras y los maestros formados en la pedagogía, en la didáctica y en otras ramas del conocimiento. Para Gerard Mendel y otros sociopsicoanalistas, “la escuela cumple una función paterna especializada” siendo las maestras y los maestros los “padres especializados”. Las maestras y maestros somos testigos de los aciertos y desaciertos de la familia en la formación de hijos e hijas, teniendo en ocasiones que generar procesos de desaprendizaje para poder llevar acabo el currículum que ofrece la institución educativa escolar. El afán de la familia, porque sus hijas e hijos aprendan a leer y escribir, es un claro ejemplo de ese desaprendizaje que le toca hacer a las maestras y maestros de primaria sobretodo. 

Los hábitos de crianza o “hábitos de trasmisión social”, como los denominó Piaget, contrarios a las exigencias de la armonía colectiva, son otro ostensible ejemplo. Es una lucha permanente del maestras y maestros porque los escolares asuman modales en los que por convicción se respeten los derechos humanos. Y la resistencia está en que niñas y niños fueron criados con el castigo y se acostumbraron a que con el castigo cumplen; pero el castigo, aquel eslogan de que “la letra con sangre entra”, la ley y los avances de la pedagogía lo han abolido de las aulas, aunque todavía sobreviva en algunas prácticas, como la de un profesor de la U. del Rosario quien le exige a una estudiante retirarse de su clase de Derecho, por no cumplirle una cuestionable orden. El maestro y la maestra trabajan con el deseo de niñas y niñas, son inspiradoras e inspiradores del conocimiento, son parteras y parteros, siguiendo Sábato, porque “llevan hacia afuera lo que aún está en germen,” (Sábato, 2001, p. 90) esa partera y partero detonan la potencia del educando. 

Sobre esas desacertadas prácticas de crianza en Colombia hay abundante literatura, El niño otro oprimido (Villar Gaviria, 1986), y La psicología del hombre colombiano de Rubén Ardila (Ardila, 1986, p. cap. 7) son referencias ineludibles para el magisterio; lo mismo que todo lo que encuentren de Alice Miller, entre otros: “Por tu propio bien” (Miller, 2009), “Salvar tu vida”, “El drama del niño dotado” (Miller, 1985) . 

Son bastantes los ejemplos para documentar que la familia educa y lo hace desde sus saberes, prácticas y hábitos tradicionales. El consumo de paquetes de comida chatarra no lo enseña la escuela, la escuela enseña la pirámide de alimentos saludables, la tabla de nutrición, pero el niño llega con esos aprendizajes y choca con el conocimiento escolar aduciendo que son los padres quienes le surten esos paquetes, bebidas azucaradas y les ordenan su ingesta so pretexto de castigarlos o de no volverles a dar nada que también es un castigo; ahí el dialogo de saberes es complicado, porque el escolar entra en el dilema de acatar las enseñanzas de la profe u obedecer a los padres, haciendo un trabajo obligado que, volviendo a Piaget, constituye una anomalía antipsicológica causante de lamentables estragos y secuelas en la organización de la inteligencia del niño” (Piaget, 1973, p. 182)

Gritar a las niñas y a niños, pegarles en ocasiones, decirles groserías y palabras soeces, son aprendizajes vicarios que han interiorizado los niños sin que los padres, en la mayoría de las veces, los manden a hacer eso, porque los modales, retomando el dialogo de Alicia a través del espejo, “no se enseñan en lecciones…las lecciones enseñan a hacer sumas y cosas parecidas” (Carrol, 1999, p. 123)Los varones sencillamente copian y replican lo que ven en casa, generando eso que se llama “matoneo” del cual también se endosa a la escuela, cuando la realidad es que en la escuela se realiza, porque los niños no lo pueden hacerlo en la casa de los padres.  

Recientemente la U. Harvard publicó un estudio en el que se demuestra que los niños y niñas que habían recibido nalgadas, palmaditas en los muslos, la respuesta del cerebro, ante ese abuso corporal, fue hacerlos más propensos a la ansiedad, depresión y otras enfermedades mentales, empero, lo común es escuchar a padres y madres decir, “eso es una palmadita”, “eso no pasa nada”, “es mi hija”, “es mi hijo” “yo puedo hacer lo que quiera”. Estas y otras respuestas parecidas se leen en El niño otro oprimido, investigación hecha hace medio siglo. Y esa ha sido y sigue siendo una forma de educar de padres y madres, porque no han sido formados para ese oficio. 

En estas prácticas de aprendizaje vicario viene a la memoria el problema de consumo de alcohol en niñas y niños.  Es un hábito que está iniciando a los 11 años en Colombia, de acuerdo con nacientes estudios, y las enseñanzas son de la familia, principalmente del padre quien, en muchas ocasiones, le pide al hijo traerle trago o cerveza de la tienda, del vecindario. También el alcohol es invitado especial en bautizos, primeras comuniones, matrimonios, fiestas familiares y en alguna parte de la vivienda se hallan botellas de licor. Ese es un problema social serio que le ha tocado afrontar a la escuela sin las herramientas apropiadas, puesto que, eso exige intervención psicológica y las instituciones escolares raras veces tienen un docente orientador. En Colombia no hay más de 5000 docentes orientadores en el sector público y se cuenta más de 44 sedes escolares, que, según la Ley General de la Educación, todas deben tener mínimo uno o una.   

Acá vale la pena detenernos un poquito para recordar que, desde comienzos del siglo XX, Francisco Ferrer Guardia, un pedagogo precursor de la Escuela moderna y la Critica antiautoritaria, propuso la educación integral, racionalista y liberadora de la mujer, dado que la primera persona con la que se relaciona un infante es con la madre. Ella es la primera educadora del niño o niña y por esta razón “se le debe proporcionar una educación integral, racionalista y liberadora, para que no le inculque “fábulas y errores” (Ferrer Guardia, 1976), precisamente en la época en que el cerebro infantil es más dúctil, más maleable.  

Si se quiere evitar que la educación racional de la escuela tenga que suprimir después todas estas fábulas y errores, es decir, desaprender, cuyas huellas de todas maneras permanecerán, es que se requiere educar a la mujer: “Mujeres así educadas serán madres en el verdadero sentido natural y social, no trasmisoras de supersticiones tradicionales y enseñarán a sus hijos la integridad de la vida, la dignidad, la libertad, la solidaridad social, no el acatamiento de doctrinas aniquiladas y esterilizadas por agotamiento y la sumisión a jerarquías absolutamente ilegítimas”. Mujeres así educadas serán los mejores propagadores de los ideales de verdad, libertad y solidaridad.  Esa es una posibilidad que tiene la sociedad y el Estado para “hacer bailar el trompo sobre la uña”, huelga decir, para impulsar en la escolarización un proyecto de educación familiar en que estén los hombres adultos y niños para que se formen no una catedra, porque, a decir verdad, las cátedras de muy poco han servido.   

Hasta acá nos hemos ocupado de dos agentes educadoras: la familia y la escuela. Cuando hablamos del consumo de alcohol mencionamos al vecindario, un vecindario a quien la ley le prohíbe la venta de licores a menores de edad, pero que, como la ley no los está viendo entonces venden, “no hay que perder la venta” se les escucha decir y con ese decir y con esa actitud están educando o maleducando. Para que esto no se vea como un capricho o una discusión bizantina, quiero apoyarme en los documentos de la Misión Ciencia Educación y Desarrollo, estudios puestos en siete tomos de los cuales han hecho caso omiso los gobernantes colombianos, pese a que trazaron la ruta de navegación de la escolarización, la ciencia y la tecnología en Colombia Para esa misión la “educación se entiende no solamente los procesos que ocurren en las aulas del sistema escolar, sino todas las actividades y fenómenos que se dan en el sistema educativo, más amplio que el escolar, y por fuera de esos sistemas principalmente en la familia, el vecindario y a través de los medios de comunicación, entre los cuales, la televisión parece ocupar un lugar preponderante en la formación de valores y actitudes y en la transmisión de información”(Aldana V., 1995)

De acuerdo con los comisionados, la sociedad educa, la televisión educa, lo mismo la radio, la prensa, las noticias, los comerciales, las redes sociales, los celulares, los vecinos, las iglesias, los memes, los centros comerciales, los funcionarios, los legisladores, los militares, la policía, el habitante de la calle, los robots, el hospital, la cárcel, el twitter, los sabedores en las comunidades nativas, las expresiones artísticas y culturales y podríamos enunciar otros actores y escenarios en los que la educación tiene lugar, pero creemos que la definición que hace el comisionado García Márquez, quien dicho sea de paso, le regaló en esos años a los niños de Colombia el Manual para ser niño con el propósito de que se puedan defender de los adultos. Para el Nobel, “La educación va de la cuna hasta la tumba” dejando en claro que la escuela es apenas un eslabón de esa escalera, no la escalera completa como quieren hacerlo creer los gobernantes y la sociedad con mentiras patológicas. 

Ahora bien, sobre la tv como educadora digamos, parafraseando al recién fallecido Jesús Martín Barbero, que ésta “desordena las secuencias del aprendizaje por edades y etapas”. No se requiere ser adulto para hacer uso de los derechos sexuales y reproductivos, sino que se está haciendo desde la adolescencia. Lo verdaderamente revolucionario en la televisión es que ella permite a los más jóvenes estar presentes en las interacciones entre adultos. “Es como si la sociedad entera hubiera tomado la decisión de autorizar a los niños a asistir a las guerras, a los entierros, a los juegos de seducción, los interludios sexuales a las intrigas criminales” (p. 16). 

Con las enseñanzas de las series y películas que pasa la televisión y otros medios audiovisuales es fácil comprender por qué los niños juegan con pistolas, ametralladoras y juegan a la guerra, al crimen, en presencia de los padres y con el patrocinio de ellos que compran los juguetes bélicos. En el caso de la escuela, recordemos que hasta finales de los años 70, el currículo contenía la anatomía humana en 4ºbachillerato, ahí aprendimos lo de las hormonas, lo de la reproducción y algunas puntudas, muy tímidas sobre la vida sexual. Estas dosificaciones curriculares, enseñadas con pedagogía tradicional, han sido alteradas, las niñas y niños de hoy saben qué es un acto sexual, qué es el coito, qué es un aborto, que es el sexo oral, los anticonceptivos y saben qué es un beso los besos. 

Los niños campesinos, por ejemplo, sabíamos cómo se reproducían los animales porque lo veíamos, eran operaciones concretas, no abstracciones, recordando a Piaget, sin embargo, los programas del Ministerio de educación dejaban de lado el contexto y al maestro hasta se le sancionaba por atreverse a enseñar la verdad desde los hechos, como le ocurrió a una profesora en Ventaquemada (Boyacá), quien se atrevió a explicarle a los educandos cómo se reproducían los mamíferos, observando el parto de una vaca en un potrero cerca a la escuela. La historia es larga y se puede leer en una sentencia de la Corte Constitucional, que repara los derechos de la destituida docente, le da la razón, exige a la Secretaría de Educación su reintegro y le consiente un plazo perentorio al MEN, para elaborar el proyecto de Educación sexual que hoy tenemos en los PEI.  

Ya que hablamos del PEI y del Proyecto de Educación sexual, detengámonos en la educación escolar, eslabón de la escalinata de la educación. Para ejercer la educación escolar se han formado, en la Escuela Normal y en la universidad, a pedagogas y pedagogos y eso marca la gran diferencia con la educación que ofrecen la familia, el vecindario, la tv, la radio, los gobernantes, la policía y demás medios, en los que no ejercen pedagogas ni pedagogos, así nos quieran hacer creer que un programa propagandístico, verbi gracia, las alocuciones diarias del presidente de la república, son la pedagogía para la pandemia. Ahí no hay pedagogía. Miremos por qué. 

Las y los pedagogos reflexionamos sobre los actos educativos y cuando esto se hace hay pedagogía. Podemos corroborarlo con quienes son eruditos en la materia: “En la medida en que el saber educar se tematiza y se hace explícito, apunta el profesor Ricardo Lucio, aparece la pedagogía. Hay pedagogía cuando se reflexiona sobre la educación, cuando el saber educar implícito, se convierte en un saber sobre la educación (sobre los cómos, los porqués, los hacia dóndes)”.

Y esta cita nos ayuda a desvirtuar el vulgar manejo que algunos funcionarios, medios de comunicación, organizaciones y gobernantes hacen la palabra Pedagogía. Así como la definición de la Misión de sabios nos ayuda a sacar a la educación del campo escolar para reconocerlo en la familia, los medios de comunicación y el vecindario, entre otros lugares. Cuando el presidente y los medios de comunicación dicen estar haciendo pedagogía es muy cuestionable y nada creíble; primero, porque no han sido formados en el saber disciplinar de la pedagogía, segundo, porque no hay reflexión sistemática alguna sobre los actos educativos que promueven y, tercero, porque a duras penas aparece es una pobre evocación de la didáctica y con ello una confusión de estos dos saberes disciplinares que hacen parte del oficio del maestro y de la maestra y que identifican el campo de su quehacer en la escuela y en la sociedad.

Un exalcalde de Bogotá se atrevió a denominar la construcción de escaleras y andenes como saldos pedagógicos. De esta manera podríamos enumerar bastantes situaciones en las que se confunde el saber educar con el saber pedagógico. “El proceso educativo puede desarrollarse de manera artesanal, casi que intuitiva, como lo han desarrollado todos los pueblos en algún momento del transcurso de su historia. En este sentido, existe un saber implícito, no tematizado, en la práctica educativa de todos los pueblos, que forma parte de su acervo cultural, y que puede llamarse saber educar” (Lucio, 1994). Lo que pretendía el proyecto de ley sobre Homeschooling era, precisamente, retroceder la escolarización al saber educar entregándole a la familia la educación escolar, asunto, que como se ha mostrado, ni quiere ni tiene los medios para llevarla a cabo. Hubiese sido un retroceso de más de dos siglos, porque fue el Estado – nación el que hizo la separación de roles educativos de la familia, la religión y la escuela, dándole a esta última la formación del ciudadano moderno.   

Bueno, esperamos que este aporte coadyuve con la justicia que requiere la escuela y el magisterio estatal, comprendiendo que la educación es una responsabilidad de muchas instituciones y que a la escuela apenas le corresponde la escolarización, sobre la cual podremos hacer otras reflexiones no para juzgarla sino para problematizar si los medios y las políticas que se han implantado, sin la participación de las maestras y maestros, han sido y son las adecuadas. Piaget sostenía que la reforma a la educación no la hacen los teóricos escribiendo libros. “El trabajo diario, la acción que realmente puede, renovados sus principios y métodos, introducir modificaciones en la educación escolar, la realiza el maestro. Ninguna reforma tiene futuro si no hay maestros en calidad y número suficientes para llevarla a la práctica” (Piaget, 1973, p. 199). La escolarización entonces debe ser concebida como autonomización de maestras y maestros y no lo contrario, como ha ocurrido en la historia de la escolarización en Colombia.    

Fuentes consultadas

Aldana V., E. (1995). Educación para el desarrollo. Informes de Comisionados I. Misión Ciencia Educación y Desarrollo . (Presidencia de la República, Ed.). Bogotá.

Ardila, R. (1986). Psicología del hombre colombiano. (Planeta Colombiana Editorial S.A, Ed.). Bogotá Colombia.

Carrol, L. (1999). Alicia en el País de las Maravillas. (Educar cultural recreativa, Ed.). Santa Fe de Bogotá.

Carroll, L. (2011). A través del espejo. (BRONTES S.L, Ed.). Barcelona.

Ferrer Guardia, F. (1976). La escuela moderna. (Tusquets, Ed.). Barcelona.

Lucio, R. (1994). Educación y enseñanza, pedagogía y didáctica. Aportes41.

Miller, A. (1985). El drama del niño dotado. (Tusquets editores., Ed.). Barcelona.

Miller, A. (2009). Por tu propio bien. Buenos Aires: Tusquets Editores.

Piaget, J. (1973). Psicología y pedagogía. (Ariel, Ed.). Barcelona.

Reimer, E. (1973). La escuela ha muerto. (Barral Editores S.A., Ed.). Barcelona.

Sábato, E. (2001). Apologías y rechazos. (Grupo Editorial Planeta S.A., Ed.). Bogotá DC.

Villar Gaviria, A. (1986). El niño otro oprimido. (C. V. Editores, Ed.). Bogotá DE.

Carta #27: Una pausa para avanzar

Apreciados estudiantes, padres de familia y educadores: 

Esta segunda parte de la carta que envía la chica afirma que: “Nadie enseña a perder” y continúa: “Queda prohibido…no saber que cada uno tiene su camino y su dicha, no tener un momento para la gente que te necesita, no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita” (González Blanco, 2008, p. 219). La mejor lección para quien no sabe perder ni ganar son los versos de Neruda, puestos en el poema: “Queda prohibido”. 

Es un buen comienzo en casos como el de Gladys y el de muchos niños, jóvenes y padres de familia que viven la pandemia. Reconocidas las heridas el paso siguiente no es calmar el dolor paliativamente, como tradicionalmente frecuentan hacerlo el médico con el paciente, los padres con los hijos, el maestro con el alumno. El peldaño para subir es conducir el reverso del dolor al centro de la manera cómo se está acostumbrado a pensar. Es, volviendo a Benedetti, “…hacer una pausa, contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana, examinar el pasado, rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa y no llorarse las mentiras sino cantarse las verdades”.

Se trata, en esta fase, de valorar la escalera de la felicidad, escaño por escaño, y admirar su ascensión, acudir a los contrafactuales: habría-podría-debería (Gopnik, 2010, p. 35) de la vida, enunciados por Gopnik , volver a Viktor Frankl y asumir la postura socrática para interrogarse: 

¿Qué habría pasado si no se hubiese casado?  ¿Qué habría pasado si su marido hubiese sido un maltratador? ¿Qué habría pasado si hubiese sido estéril? ¿Qué habría pasado si uno de los niños hubiese nacido muerto? ¿Qué habría pasado si hubiese tenido que vivir en condiciones extremas de pobreza? ¿Qué habría pasado si uno de los hijos hubiese optado por el consumo de alucinógenos? ¿Qué habría pasado si no hubiese disfrutado de un apartamento citadino, de una cabaña campestre y de buenos vehículos? ¿Qué habría pasado si por alguna circunstancia, en el ejercicio de su profesión, hubiese tenido que ir a una penitenciaría? ¿Qué habría pasado, qué habría pasado, qué habría pasado sí?

Gladys nunca tuvo estas preguntas en su derrotero, siempre la pupila estaba puesta en el “deber ser”, aprendió a conseguir, pero nadie le enseñó a perder y a qué se hace cuando hay pérdidas, como las experimentadas. ¡A ningún pavo real lo preparan para vivir en el reino de los Pingüinos! Cuando una persona se pone en el plano adverso al de su statu quo, en el reino de la Oportunidad, cambia su actitud, porque el reino de la Oportunidad “más que un lugar, es un estado mental…es una actitud”, se lee en la fábula: “Un pavo real en el reino de los pingüinos”(Hateley, 2005). 

Es como Macondo: “más que un lugar en el mundo es un estado de ánimo (¿recuerdas?). Gladys logró, con el ejercicio, abrazar a la sabiduría popular: “Nadie valora lo que tiene hasta cuando lo pierde”, yendo más allá: darles sentido a las pérdidas, dentro del caos sentimental. Para ello requirió registrarlas, haciendo una Escalera de la felicidad, guardarlas en su memoria y aceptarlas completamente.” Ese es un paso por seguir después de la elaboración de la Carta de Resolución de Pérdidas Emocionales que deja la pandemia de la Covid-19.

Nos comunicaremos pronto chicas y chicos

Recuerden consultar:

García, G. (1985). El amor en los tiempos del cólera. (Norma, Ed.). Bogotá D.E.

Gopnik, A. (2010). El filósofo entre pañales. (Ediicones Planeta S. A, Ed.). Madrid.

Hateley, B. (2005). Un pavo real en el reino de los pingüinos. (Norma, Ed.). Bogotá.

Carta #26 ¿Es la vida, más que la muerte, lo que no tiene límites?

Carísimos estudiantes, padres, madres de familia y docentes

Ya había dado por hecho que de ahora en adelante me sentaría a esperar las cartas de mis estudiantes y padres de familia para saborearlas, así fuese con un sabor amargo por la carga de dolor que lagunas transportarían; ¡pero no!, “una cosa mira el burro y otra quien lo está enjalmando” decían los campesinos de mi pueblo.

Cómo les parece que una chicuela me escribió para decirme: <<Uf pana, seamos más breves, eso último está muy fuerte, ¡no aguanta!>> Ella me explicaba que las últimas cartas estaban muy pesadas porque se centraban en abordar algunas emociones negativas de esas que jugaron con la locura y que, si uno no pasa de ahí, se enferma y de lo que se trata es de seguir adelante, porque <<es la vida más que la muerte la que no tiene límites>>(García, 1985, p. 409). Así como nos lo enseñó Florentino Ariza después de esperar cincuenta y tres años, siete meses y once días a su amada Fermina Daza. 

La niña que me interpela con su misiva me echó una curiosa historia. Que una vez había un escultor agachado sobre un enorme bloque de piedra y que todos los días daba martillazos y picaba la piedra informe, y que de repente un día recibió la visita de un niño quien le dijo: 

Oye, ¿qué estas buscando en esa piedra? 

El escultor no le puso cuidado al niño, como suele suceder, siguió concentrado labrando el bloque. Al cabo de unos días el niño volvió. Para entonces el escultor había esculpido un hermoso caballo del bloque de granito. El niño lo miró asombrado y le dijo: 

– ¿Cómo podías saber que el caballo estaba ahí dentro?

La niña me dice que el dolor es como un bloque de piedra de donde pueden salir algunas soluciones para la resolución de las pérdidas emocionales y, después de contarme esa historia, me sugiere la historia de Gladys que es como un caballito que ella tenía en su corazón y que un escultor de los sentimientos se lo hizo salir.        

Gladys es una persona de esas que en esta sociedad suelen denominarse muy afortunada. Se casó, por la iglesia a los 19 años, con un marido muy fiel, su luna de miel tuvo lugar en una isla caribeña. Cumplidos los 26 años, además de ejercer el magisterio, en una sola jornada, complementa su actividad laboral con la contaduría. A esa edad ya tenía dos hijos varones sanos y normales, a quienes creó con dedicación. En la relación conyugal construyó una sociedad patrimonial representada en dos vehículos, uno de alta gama y el otro “de combate”, más un apartamento en la ciudad y una cabaña en las afueras de la urbe. 

Su vida transcurrió sin mayores contratiempos. Pero un día, hizo un alto en el camino para visitar a Polo, un galeno especializado en siquiatría. El motivo de la consulta: su marido, ese hombre fiel, hacendoso, tierno y trabajador sin tregua, había sufrido un ataque al miocardio, que desde ese momento necesitó atención y monitoreo médico permanente. 

Gladys, menguó su fortaleza, a partir del inesperado episodio. Conoció el significado emocional y económico de los descuentos, por inasistencia al lugar de trabajo. Los clientes de la contabilidad se fueron retirando, porque la fijación de la atención estaba centrada en los problemas de su pareja y no en la acción profesional. Los hijos, a quienes “levantó” con dedicación, amor y esperanza, le “dieron la espalda”, porque ella, ante los infortunios, tuvo que internar a su cónyuge en una “pensión”, sin el consentimiento de la progenie.  

El apartamento fue embargado por un amigo de Ezequiel, su esposo. La cabaña, fue hipotecada por deudas y debido a que no había tiempo para frecuentarla, como otrora, ni dinero para sostenerla. Pero lo más delicado, Gladys es diagnosticada de una hernia discal que le impide hacer ejercicio y moverse como solía hacerlo. 

  • ¿Qué será lo que he hecho para que me pase todo esto, Dios mío? – exclamaba la atormentada mujer a las escasas amigas que, de vez en cuando, la llamaban. 
  • No puedo más doctor -le manifestó, en una ocasión al siquiatra, llorando y estrujando un pañuelo con sus manos- estoy destrozada, ¡mi vida es una carga y usted mandándome a hacer balneoterapia! ¡No tengo ganas de nada…ojalá ya estuviera muerta!       

Soledad, melancolía, desilusión, ganas de no seguir existiendo, limitaciones físicas y descenso en los ingresos y en las finanzas, en una mujer que subió por la escalera de la felicidad y aún con menos de medio siglo de existencia. 

Muy poco por hacer, salvo que la dolida maestra llegase a la conclusión –con Elisabeth Lukas, <<de que perder y ganar tiene un sentido, que la vida está incondicionalmente llena de sentido y que a todos nos depara siempre un deber cuya realización puede proporcionar, por lo menos, un atisbo de alegría>> (Lukas, 2001).

Efectivamente, Polo, con su mirada logoterapeútica, traza una visión con interrogatorio que contiene el siguiente itinerario: primero, examinar las grandes pérdidas expuestas: ya no podía disfrutar de ese matrimonio feliz. La relación armoniosa con los hijos y el acogedor hogar habían perdido su esplendor; su salud y la de su marido estaban deterioradas; el trabajo ya no convocaba como antes y los bienes se estaban esfumado, esa era la cruda realidad, es la herida para airear. 

Feliz día

Recuerden siempre complementar la lectura con las fuentes citadas. 

González Ávila, M. P. (2015). Conflicto, postconflicto y “desconflictivización” de la escuela colombiana. (Códice Ltd). Bogotá DC.

Lukas, E. (2001). Paz vital, plenitud y placer de vivir. (Paidós, Ed.). Barcelona.

Carta # 25: La esperanza en alto

Queridísimos estudiantes y padres de familia. 

Las y los invito a que recuerden cómo iniciamos nuestra correspondencia. Lo iniciamos imaginándonos un viaje de 6 horas entre Bogotá e Ibagué; 24 horas de Bogotá a Cartagena y varios días a Quito (Ecuador) o a Santiago de Chile en bus. Igualmente, rememoramos el planeta raro de E1 principito donde un día correspondía a1440 puestas al sol y dijimos que la cuarentena o veintena de 19 días de aislamiento social equivaldrían a 16.360 días, es decir que mas de 44 años si viviésemos donde El principito. Pues bien, siguiendo con la invitación a que sigamos imaginando y con la Esperanza en alto, démosle el turno al escritor de la carta para que la lea teniendo en cuenta: 

1. Elegir un lugar privado que lo haga sentir seguro.

2. Llevar contigo unos pañuelos desechables, para evitar interrupciones en el momento en que alguien se los alcance.

3. Trae a la memoria la imagen del destinatario o persona con quien desea aclarar la relación, respira profundo, cierra los ojos antes de comenzar. 

4. Ahora, abre los ojos e inicia la lectura sin detenerse, no deje embotellar las palabras y los sentimientos. 

5. Cuando llegue al final, antes de pronunciar el adiós, vuelve a cerrar los ojos por un momento.     

6. No hay que perder de vista que se le está diciendo adiós es al dolor y a la pena de emociones pendientes. La despedida no es de los buenos recuerdos, tampoco se está despojando de sus creencias espirituales.           

7. Al terminar, si hay varias personas escuchando y si a ninguna se le ocurre darle un abrazo al lector, pide que alguien lo haga.

Y como en la cuarentena también hay tiempo para el cine, permítanme terminar haciendo el siguiente comentario sobre la película Historia sin fin– en la que se persigue a un hombre bestia que hostiga a unos niños y adolescentes que quieren salvar al reino de la Fantasía de una peste que lo está acabando, llamada “la nada” o la violencia. La Fantasía no tiene límites y por ello Atreyu, otro personaje, pregunta que por qué está muriendo. La respuesta de Gmork es: “porque los humanos están perdiendo sus esperanzas y olvidando sus sueños. Así es como la nada se vuelve más fuerte. Los habitantes de Macondo se impusieron a la peste del insomnio y del olvido escribiendo y construyendo la máquina de la memoria, logrando recuperar la luz de la memoria; los habitantes de aquella ciudad asaltada por la ceguera también lograron recuperar la visión, por encima de las vicisitudes. 

Ahora nos corresponde a nosotros por encima del dolor y de todas las pérdidas humanas y materiales salir adelante. Estas cartas apenas son 25 piezas de la 14.000 que elaboró José Arcadio Buendía para ayudar a su pueblo. Queda a merced de cada lector seguir con la segunda parte de esta iniciativa, consignando sus relatos sobre esta experiencia: El viaje familiar en tiempos de pandemia. 

Las y los quiero mucho, mucho peladas, pelaos, madres y padres de familia.

Hasta pronto.

Esta vez la fuente a consultar es la película Historia sin fin.

Su profe Esperanza

Carta #24: Escucharnos para sanarnos

Mis recordados chicos, chicas, madres y padres de familia.

¡Vamos, vamos! Ya estamos en el cuarto momento de elaboración de la Carta de Resolución de Pérdidas Emocionales. Una vez escrita la carta, el maestro, el orientador, el adulto o quien dirige su elaboración debe:

1. Visualizarse con un “corazón con oídos”, escuchar, solamente escuchar. Puede llorar o reír, pero no hablar. Nada de lo que se haga debe implicar juicio, crítica, análisis o comentario. El ser humano comete errores, aprende de ellos, por eso no vilifique ni divinice.  

2. Siéntese a una distancia cómoda del discípulo o escribiente, relájese y asuma el rol de ser un amigo que está escuchando algo importante. “Cuando la gente hable, escucha absolutamente todo. No estés pensando en qué es lo que va a decir. La mayoría de la gente nunca escucha. Ni observa”, sustenta Ernest Hemingway. 

3. No toque a la persona durante la lectura, porque puede detener la expresión emocional y justamente se trata de sacarlas a flote, de dejarla fluir.

4. Mantenga sus emociones bajo control, si se siente afectado, acéptalo. Si, por ejemplo, los ojos se le llenan de lágrimas por lo que escucha, deje que corran por las mejillas como el médico oftalmólogo, en la obra de Saramago, que sufrió el mal blanco o ceguera, evite limpiarse en el momento. Aliste pañuelos.

5. Permanezca todo el tiempo que dure la lectura. Escuchar con el corazón abierto.

6. Cuando el lector, alumno o adulto, pronuncie el adiós, ofrézcale un abrazo, la duración depende del nivel de emoción del uno, del otro o de la otra. 

7. Recuerde que la intelectualización de lo escuchado no tiene cabida: reiteramos: no juzgue, no analice, no critique, no comente. La carta es la culminación de una cantidad de trabajo difícil, muchas veces de la carga de emociones negativas, pero “para indagar en el alma humana es mucho más fructífero adentrarse en las cualidades negativas.”(Vernaza, 2014, p. 65) (Vernaza, 2014).

Hasta luego mis parceras y parceros.

La consulta es la misma de la carta anterior. 

Vernaza, C. (2014). Reflexiones y herramientas sobre el dolor, el duelo y el sufrimiento humano. Bogotá Colombia.

Carta #23 Cabeza fría, corazón caliente y mano larga para escribir

Apreciados estudiantes y padres y madres de familia.

La carta que acaban de leer contiene un decálogo metodológico que señala cómo hacer el ejercicio, pero también contiene otro decálogo acerca del qué y con qué hacer el escrito durante El viaje familiar en tiempos de pandemia. Sin más que agregar, “papel y lápiz”. Parafraseando a Confucio: cabeza fría, corazón caliente y larga la mano. (Vernaza, 2014, p. 11).  

Querido papá:

He estado analizando nuestra relación y he descubierto algunas cosas que quiero decirte:

Papá, quiero disculparme por…

Papá, quiero disculparme por…

Papá, quiero disculparme por…

Papá, te perdono por…

Papá, te perdono por…

Papá, te perdono por…

Papá, quiero que sepas que…

Papá, quiero que sepas que…

Papá, quiero que sepas que…

Te quiero mucho, te hecho de menos.

Adiós papá.

Si hay más de tres mensajes en el “quiero disculparme por”, en el “te perdono por” o en el “quiero que sepas que”, se pueden colocar. Ahora, si la persona no se siente representada en estas frases, use otras. Lo que sí debe ser constante es el: Adiós papá o en el ejemplo precedente: “Adiós mi entrañable hijo” o adiós mamá. El decir adiós finalmente resuelve y cierra la comunicación, más no el final de la relación con el destinatario. Hay quienes aseveran que “no decir adiós deja la comunicación abierta, arriesgándote a dilatar el proceso” (Vernaza, 2014). La palabra adiós es muy potente para esa acción.

Hasta luego mis pupilas y pupilos.

Les recuerdo visitar la siguiente fuente.

Vernaza, C. (2014). Reflexiones y herramientas sobre el dolor, el duelo y el sufrimiento humano. Bogotá Colombia.

Carta #20 Los duelos son parte de la vida.

Notables estudiantes y padres de familia.

No todo en la vida es color de rosa, aunque siendo justos las rosas si se dejan ver dónde hay alegría y donde hay tristeza. En la Segunda carta quedó explícito que en el juego que organizó la locura, fue una rama de rosa la que hirió al amor, no obstante, admiramos inconmensurablemente las rosas. En estos 19 relatos de este ejercicio nombrado como El viaje familiar en tiempos de pandemia nos hemos topado con situaciones propias de la cotidianidad, excepto la pandemia del Covid-19. La última carta les parecerá inaudita, por su contenido y lo sugerente. Se refiere a una realidad que nos resistimos a reconocer: la muerte. 

Y me perdonarán que escriba sobre lo que no querrán leer, porque como lo escribe Isa Fonnegra, pionera de la tanatología en Colombia, “la nuestra es una cultura negadora de la muerte…jugamos a ser inmortales” (Fonnegra, 1999, p. 22) , Pareciera una verdad de apuño, que dos de cada tres colombianos prefieren no hablar de la muerte, aunque el 99% haya tenido alguna conexión con el dolor por ese motivo. En una reciente entrevista a Rodolfo Llinás le preguntaron que si le tenía miedo a la muerte, ante lo cual respondió: “Qué le voy a tener miedo a la muerte si nunca voy a conocerla. La única muerte que yo no voy a conocer es la mía. La muerte para mí no existe. De todas maneras, me voy a morir” (González Ávila, 2015). El conocimiento de la muerte –aducía Estanislao Zuleta (Zuleta, 1996)- “es la condición absoluta del conocimiento de la vida”  

Fonegra de Jaramillo, citada en un párrafo anterior señala: “nuestros hijos necesitan, desde pequeños, aprender a afrontar la separación, el dolor, la culpa, la rabia y el temor al futuro” (Fonegra, 1999, p. 291), eso que en los países de vanguardia se conoce como “Educación para la muerte y las pérdidas emocionales”, dando lugar a superar creencias populares como la de no llevar a los niños a las funerarias ni a los entierros y más embarazoso decirles que el occiso “está dormido”, “se fue de viaje”, entre otras mentiras, nefastas para la elaboración del duelo en los pequeños. Igualmente, conduce a sensibilizar a padres y educadores en el sentido en que el conocimiento de la muerte no es más que la condición del conocimiento de la vida. Los únicos que no tienen conciencia –evocando a Vicktor Frankl (Frankl, 2004)- de vivir y de la muerte son la mayoría de los animales y las plantas. 

Una de las huellas más dolorosas que deja en el mundo el Covid es un mar de dolores tal como la llamada Peste española de 1918 y otras epidemias y pandemias de histórica recordación. Y son duelos a lo que estamos llamados a ayudar a tramitar, a elaborar y a acompañar sobre todo porque muchos de los huérfanos son niños, niñas y adolescentes. 

En ese sentido, la siguiente carta es una técnica de la que puede echar mano el docente, el padre de familia u otra persona que crea que lo puede hacer. Me refiero a la Carta de Resolución de Pérdidas Emocionales sea cual fuese el modo de morir, porque la muerte es una, mientras que los modos de morir tienen disímiles expresiones. El texto comienza con un ejemplo y sigue con las recomendaciones para su aplicación en la siguiente carta.   

Hasta luego chicas y chicos.

Recuerda consultar:

Fonnegra, I. (1999). De cara a la muerte. (Intermedio Editores, Ed.). Bogotá DC.

Frankl, V. (2004). El hombre en busca de sentido. (Herder, Ed.). Barcelona.

González Ávila, M. P. (2015). Conflicto, postconflicto y “desconflictivización” de la escuela colombiana. (Códice Ltd). Bogotá DC.

Carta #18 Contagiar alegría y Esperanza

Carísimos estudiantes, madres y padres de familia.

Parto del supuesto que aún siguen jugando al “gallo capón” o a otros juegos, pero en todo caso jugando. Y no solamente los estudiantes sino también los adultos, el juego también es para nosotras y nosotros. Solo se requiere dejar que ese niño o esa niña que cargamos adentro salga y nos ayude a contagiar de alegría, porque la alegría, como lo decía Emerson, es la felicidad.

En este ir y venir de acontecimientos hubo un padre de familia, vecino de Don Tomás, que me pidió que en una carta resaltara el valor de cada una de nosotras y de nosotros y que lo hiciera con un escrito de Jorge Luis Borges que, como dijimos antes, era un escritor invidente, pero no por causa del mal blanco del que se ocupa José Saramago. El texto se conoce como “Valgo”. El padre de familia aclara que lo bajó de internet y que no se acuerda de qué página.       

De tanto perder, aprendí a ganar; de tanto llorar, se me dibujó la sonrisa que tengo. Conozco tanto el piso que sólo miro el cielo. Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré. Me asombro tanto cómo es el ser humano, que aprendí a ser yo mismo. Tuve que sentir la soledad para aprender a estar conmigo mismo y saber que soy buena compañía. Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a esperar que me pidieran ayuda. Traté siempre que todo fuese perfecto y comprendí que realmente todo es tan imperfecto, como debe ser (incluyéndome). Hago sólo lo que debo, de la mejor forma que puedo, y los demás que hagan lo que quieran. Vi tantos perros correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorridoAprendí que en esta vida nada es seguro, sólo la muerte… por eso disfruto el momento y lo que tengo. Aprendí que nadie me pertenece, y aprendí que estarán conmigo el tiempo que quieran y deban estar, y quien realmente está interesado en mí me lo hará saber a cada momento y contra lo que sea. Que la verdadera amistad sí existe, pero no es fácil encontrarla. Que quien te ama te lo demostrará siempre sin necesidad de que se lo pidas. Que ser fiel no es una obligación, sino un verdadero placer cuando el amor es el dueño de ti. Eso es vivir…La vida es bella con su ir y venir, con sus sabores y sinsabores… Aprendí a vivir y disfrutar cada detalle, aprendí de los errores, pero no vivo pensando en ellos, pues siempre suelen ser un recuerdo amargo que te impide seguir adelante, pues, hay errores irremediables. Las heridas fuertes nunca se borran de tu corazón, pero siempre hay alguien realmente dispuesto a sanarlas.” 

Los contenidos de esta carta lo mismo que la carta en la que nos ocupamos del juego de los sentimientos, la otra conexa con la máquina de la memoria y en si las dieciocho que llevamos hasta ahora, nos otorgan muchas pistas sobre la experiencia que estamos viviendo con la pandemia del Covid-2019. Borges, además de hacernos sentir el valor de la vida y de todo lo que de ella pende también nos convoca a releer cada misiva para aprovechar al máximo su contenido (Borges, 1974). Parafraseando a Paulo Freire, en el título de uno de sus tantos libros (Freire, 1994), podríamos titular estas misivas como Cartas de Esperanza a quien pretende aprender. Les dejo esa inquietante tarea. 

Hasta luego chicas, chicos, madres y padres de familia.  

Les recuerdo consultar los autores citados y sugerirles a sus profes que lean las Cartas de Paulo Freire A quien pretende enseñar. Ahí está el enlace.  

Borges, J. (1974). Obras completas. (Emecé, Ed.). Buenos Aires.

Freire, P. (1994). Cartas a quien pretende enseñar. (S. X. Editores, Ed.), Educación. Madrid. https://doi.org/10.1017/CBO9781107415324.004

Duodécima carta: lecciones de Rebeca para el autocuidado

Buenas tardes inolvidables estudiantes, madres y padres de familia.

Bueno familia, llegamos a la primera docena de cartas. Se trata de un esfuerzo que tanto ustedes padres, madres de familia, educandos y docentes estamos haciendo, desde nuestros hogares, para conservar la vida de todos los seres humanos cuidándonos y auto cuidándonos. Y digo que cuidándonos y auto cuidándonos, porque algunos estudiantes, madres y padres de familia me han hecho saber que esa palabra confinamientoes muy fea” y que la del encierro, “peor”, porque les trae muy malos recuerdos de la niñez, la infancia y la adolescencia cuando sus padres los dejaban con candado, con un tetero y con el televisor prendido. 

Son palabras que deprimen, agobian y evocan dolor, miedo y la tristeza. Muy sugestivo me ha parecido el reclamo, tanto que me llevó a traer al presente la sabiduría de Vicente García Huidobro cuando dice: “Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata”. Y efectivamente mis interlocutores no se quedaron en la queja sino proponen que a cambio de usar esas “horribles” palabras mejor adoptar vocablos como cuidado, autocuidado, prevención, porque eso es lo que estamos haciendo. Nos estamos cuidando, previniendo el contagio y la enfermedad. 

No me había puesto a pensar en esos significados, tal vez porque yo me crié en el campo y los únicos límites que una tenía eran las noches obscuras, lo demás era libertad y ocupación. Probablemente como puede estar sucediendo hoy o si no ¿cómo se producen los alimentos y cómo nos los hacen llegar los campesinos a la ciudad? Así como este comentario hay otros que la extensión de la carta no me deja transcribir. En todo caso, a pesar de las dificultades y de no tener a mis estudiantes al frente, no me siento mal. 

Y, a propósito de no tener a los estudiantes al frente, al lado o encima aglomerados como abejas sobre mi diminuta humanidad so pretexto de preguntar, jugar y hacer camaradería; dos de mis entrañables alumnos me expresaron que no le pusiera cuidado a eso que dijeron unos niños en la carta anterior con unas frases también feas: 

¡profe, no se dé garra! con esas cartas tan largas! No nos la vaya a montar porque estamos en la mala, tirándole el yugulazo a uno

Nosotras respaldamos a la profe, porque ella está haciendo su trabajo como miles de profes. Lo peor sería que no tuviéramos clases así sea mediante cartas mientras…¡que se pongan ellos como profes haber cómo les va con sus alumnos!” Dijo un grupo

Y finalmente desde otro grupo apuntan: 

– “Lo que pasa es que esos niños, que nosotras nos imaginamos cuáles son, están acostumbrados a estar fuera del puesto, a quitarle las cosas a los demás, a tratar mal a las niñas en el salón, pero como están en la casa con los padres es muy distinto…¡eso sí de malas! Del corazón habla la lengua, como dicen por ahí profe”                 

El viaje familiar en tiempos de pandemia con todos estos apuntes y muchos que están por hacerse me traslada a Macondo, aquella aldea de veinte casas de barro y caña brava “construido a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos” (García, 2007, p. 9). 

A la casa de José Arcadio Buendía, uno de los fundadores de la aldea, llega, proveniente de Manaure, una niña de once años quien responde al nombre de Rebeca, bajo el encargo de unos traficantes de pieles. Ella era una niña huérfana que cargaba, en un talego, los huesos de sus padres Nicanor Ulloa y Rebeca Montiel, sus progenitores. A la niña Rebeca le gustaba comer la tierra húmeda del patio y arrancar, con las uñas, tortas de cal de las paredes para merendar. 

En el rincón más apartado de la casa se sentaba en una mecedora a chuparse los dedos a escondidas, porque si Úrsula, la otra fundadora de Macondo, se percataba, al día siguiente, le daba una pócima de jugo de naranja con ruibarbo para que la niña la tomara en ayunas. Un menjurje serenada la noche anterior para que el hígado reaccionara y rebeca dejara de comer tierra y cal. 

Úrsula, también ungía la hiel de vaca en el patio y untaba de ají las paredes, contrarrestando la actitud de Rebeca. Esa traslación me insta a pensar sobre la situación de muchas y muchos estudiantes con problemas similares a los de Rebeca incluso sin ellos, porque en la angustia, como decía otro gran filósofo, Bertrand Russell: “volvemos a los estadios iniciales, donde no existe la humanidad sino el Yo que busca ansiosamente satisfacerse” (Russell, 1985)

Lo único que le llamaba la atención a la niña guajira era la música de los relojes de madera labrada, que su pariente José Arcadio Buendía había mandado a colocar en reemplazo de los pájaros que, desde la época de la fundación de Macondo, alegraban el tiempo con sus flautas. 

A pesar de la ingesta diaria de una pócima de jugo de naranja con ruibarbo, serenada la noche anterior para que el hígado de Rebeca le reaccionara, a pesar de la ungida del patio con hiel de vaca y de la embebida de las paredes con ají, a pesar de las tundas y los correazos; a pesar de todo ello, la niña no se desalentó sino que fue grande, porque se ganó el espacio como integrante de estirpe de la familia Buendía, fue recibida como la hermana mayor de Amaranta y Arcadio con quienes jugaba, logró dormir en el cuarto con los otros niños. Encima de todo, hacía manualidades, era partícipe de las comidas, se distinguía por hablar muy bien el castellano y se ganó el afecto de su prima Úrsula, demostrando que Macondo, como lo dijo Gabriel García Márquez, “más que un lugar en el mundo, es un estado de ánimo.” (García M., 2007).

Hasta la próxima chicuelas y chicuelos.

Fuerza y ánimo para estos días difíciles,

Con cariño,

Su profe Esperanza

Nota. Les recuerdo volver a consultar:

Russell, B. (1985). Las funciones de un maestro. En Ensayos educativos (pp. 69–80).

García M., G. (2007). Cien años de soledad. (S. Ediciones, Ed.) (Edición no). Bogotá Colombia.